lunes, 19 de noviembre de 2012

3. Lo único que necesitas es creer en ti misma (I)(II).

Hola, bueno lo primero que nada, deciros que acabo de empezar el blog y me gustaría que me dierais vuestra opinión, o si no os apetece comentar votar en la encuesta que hay debajo de cada capítulo. Y otra cosa más, este capítulo es más largo, pero és la única forma que tenia para ponerlo, porque si no no tenía sentido. Espero que os guste!
Kisses Leah.

3. Lo único que necesitas es creer en ti misma (I).



FLASHBACK DOS MESES ANTES:
La alarma del móvil comenzó a sonar. Me giré aun medio dormida. ¡Mierda! Pensé. Ya eran las nueve y aun no me había levantado. No podía arriesgarme a llegar tarde.
Salté de la cama intentando no perder el equilibrio. La cabeza me daba mil vueltas, la noche anterior apenas había podido dormir a causa de los nervios. Fui al baño corriendo y encendí el agua de la ducha. Me paró un momento a mirarme en el espejo. Tenía un aspecto realmente horrible. Entré de nuevo en la habitación y cogí lo primero que vi en el armario, antes de salir corriendo por la puerta.
Ya habían pasado tres semanas desde que llegó la carta, la primera carta, la que decía que me habían concedido una audición para poder ingresar en la Escuela Nacional de Danza. Al final decidí intentarlo, el que no apuesta no gana ¿No?
Había quedado con Josh a las nueve y cuarto en la parada de autobús de la academia. No tenía pérdida.
La puerta se abrió y bajé corriendo. No vi a Josh, pero llegaba tarde, y la academia estaba a cinco manzanas.


Justo en ese momento, en esa misma calle, de un taxi se bajó otro chico, inmerso en su teléfono móvil sin apartar la vista de la pantalla.
Dos personas, en direcciones opuestas. Podrían pasar muchas cosas, pero pasó lo que el destino había decidido para ellos dos, y chocaron tan fuerte que ambos se cayeron al suelo.
- ¡Ah! ¡Ten cuidado!
- ¿Perdona? Y lo dice la que iba corriendo.- Miró hacia adelante al escuchar aquella voz, y vio a un chico, intentándose recomponer de aquella caída.
- Lo siento, ¿Estas bien?- Dijo Leah tendiéndole la mano para ayudarle a levantar.
- Si, aunque no puedo decir lo mismo de mi móvil.- Contestó este enseñándoselo. La pantalla había quedado totalmente destrozada.
- ¿Tu móvil? Lo siento… Oye, me tengo que ir, es que llego tarde.- Dijo antes de volver a salir corriendo de nuevo, a por la que sería la oportunidad más grande de su vida.


Al llegar al edificio, Josh se me acercó corriendo. “¡Leah! ¿Dónde estabas? Ya han comenzado, he estado llamándote…”. Él no dejaba de hablar, y de hacerme preguntas, y yo cada vez me ponía más nerviosa. Me apoyé en la pared, y me dejé caer en el suelo junto a mi bolsa. Estaba realmente estresada.
- ¿Por qué no has venido a buscarme?
- Leah, te he enviado un mensaje.- Me saqué el móvil del bolsillo y lo comprobé. Efectivamente, ahí estaba, sin leer, dentro de la pantalla del móvil que en ese momento tanto me apetecía estampar contra la pared.
- ¿Estás lista?
- No lo voy a conseguir.
- ¿Eres tonta?- Contestó arrodillándose ante mi.-  Leah, te he visto hacerlo, y sabes de sobras que vales y lo vas a bordar. Lo único que necesitas es creer en ti misma.
Al decir eso le sonreí. Era la frase que siempre me decía mi madre cuando era pequeña antes de salir al escenario.
- ¿Y sabes que más?- Dijo apuntándome con el dedo y clavándomelo en el pecho.- Que te van a dar esa beca, y que te tendré que soportar por aquí día  y noche.- Añadió riéndose y tendiéndome la mano para que me levantara, e intentara tranquilizarme.
- ¿Leah Devine?- Dijo un hombre con una americana, y gafas de pasta saliendo por una pequeña puerta de madera.
Los dos nos miramos, y no hizo falta nada más. Telepatía de hermanos, como le llamaba yo, aunque no fuéramos gemelos.
Venga, Leah, tú puedes. Me decía una y otra vez dentro de mi cabeza, aunque no me lograba convencer. El corazón estaba a punto de salirse de su sitio, y cada vez tenía más dudas sobre la prueba.
Subí unos cuantos escalones me encontré en medio del escenario, con la única compañía de un foco que me iluminaba desde lo alto del telón.
Se escuchó una voz de una mujer. “Si, diles que vallan pasando. Ya solo queda una”. Intenté adaptar un poco la vista, y vi a una mujer sentada en una de las butacas del público hablando con el hombre de gafas.
- Bien, ¿Edad?- Preguntó la mujer impaciente. Tenía el pelo ondulado, ligeramente canoso, y recogido en un moño en lo alto de la cabeza.
- Diecisiete.- Apenas podía hablar, un nudo se apoderaba de mi garganta.
- ¿Has bailado alguna vez en una compañía importante?
- No, pero…
- ¿Entonces no tienes experiencia?- Me interrumpió sin dejarme terminar la frase. Negué con la cabeza. En ese momento me sentí totalmente estúpida por no poder hablar.
También fue entonces cuando entraron cinco chicos por la puerta trasera del teatro, acompañados otra vez por ese hombre. La mujer  les miró y les sonrió. Parecía que el escenario hubiera desaparecido, como si ni siquiera se percataran de que yo estaba allí. La mujer se levantó y fue a darle dos besos a cada uno.
- Lo siento, acabaremos pronto. Poneos cómodos por favor.- Dijo suspirando, ofreciendo asiento a los chicos.- Está bien, puedes comenzar.- Añadió dándole al play.
Respiré hondo. Y cerré los ojos, en ese momento era todo o nada. Mi única oportunidad.
La música comenzó a sonar. De golpe todos mis miedos desaparecieron, y todas mis preocupaciones quedaron atrás, en ese momento éramos el escenario y yo, y no me importaba el hecho de tener siete pares de ojos clavados en mi.
- Está bien, gracias por venir. Te llamaremos para informarte.- Dijo la mujer parando la música cuando apenas había comenzado.
- ¿Perdón?- Solté intentando captar la atención de aquella mujer. Esta se me quedó mirando junto a todas las demás personas de la sala.- Eh…- Vale, ahora si que lo he estropeado, pensé.
- ¿Pasa algo? La prueba ya ha terminado.
- Si, que no me ha dejado terminar, nada más empezar me ha cortado.
- ¿Disculpa?- Dijo acercándoseme intimidantemente. En ese momento ya me daba igual lo que podía pasar. 
Esa prueba era mi última oportunidad, y después de todo lo que había hecho para llegar hasta  allí no pensaba derrocharla.
- Lo sabe perfectamente.  Nada más entrar ya no me ha dado oportunidad. Creo que como mínimo merezco que me mire bailar.
- Es que eso tengo que decidirlo yo. Mira, ¿Sabes que? Baila, si quieres que te vea baila. No me harás cambiar de opinión al respecto, pero por favor no me hagas perder más el tiempo.
Me quedé mirándola paralizada, pero la música volvió a sonar. Ya no estaba nerviosa, ni lo más mínimo. En ese momento me vinieron a la cabeza todas las imágenes vividas, todos los ensayos hasta las doce de la noche, y las caídas, pero a la vez, los buenos momentos. Y no pensaba dejar que todos mis esfuerzos resultaran en vano.
La música terminó, y con ella mi última de triunfar en lo que realmente valía. Abrí los ojos. En ese momento desearía haber estado en cualquier lugar menos allí, pero tenía que afrontarlo.
- ¿Has terminado o tienes alguna queja más sobre mi forma de evaluar?- Preguntó la mujer nuevamente.
- Gracias.- Solo pude decir eso, las lágrimas estaban a punto de salir y no le quería dar el placer de verme llorar.
Bajé las escaleras del escenario y salí corriendo de allí. Entré en el baño y cerré una de las puertas con pestillo, dejándome caer en el suelo. Pasados unos minutos abrí la puerta y salí a mirarme en el espejo. Mis ojos ahora estaban rojos e hinchados, marcados por dos horribles ojeras.
Fue entonces cuando la puerta del baño se abrió, y mis ojos se toparon con una figura delgada pero musculosa y de espalda ancha, su piel de un hermoso color tostado, cabello de un denso color negro, y unos ojos del color del chocolate fundido observándome curiosos.


3. Lo único que necesitas es creer en ti misma (II)


- ¿Sabes que este es el baño de chicos?- Soltó el chico rompiendo aquel incómodo silencio.
- Lo siento, me he equivocado.
Suspiré y me dispuse a salir, pero él ocupaba todo el espacio de la puerta.  “¿Tu no eres la chica que me ha roto el móvil?”. Intenté escavar en mi memoria en busca de algo relacionado con un móvil, hasta que por fin me acordé. Alcé la mirada y nuestros ojos se volvieron a encontrar.
- Si, ya te he dicho que lo siento. Si quieres te lo pago, pero ¿me dejas salir?
- Si, perdona.- Dijo apartándose.- Oye… Te he visto bailar allí arriba, y lo has hecho bien…Quiero decir… Que me ha gustado, yo no me hubiera atrevido a decirle eso…- Decía poniéndose cada vez más nervioso al ver que se le trababan las palabras. Yo le sonreí sinceramente.- ¿Ves? Al menos te he hecho sonreír.
- Pero que a ti te haya gustado no sirve de nada. Oye ¿no tenías que ir al baño?- Pregunté mirándole.
- Si… Oye… Bueno da igual…- Dijo girándose y metiéndose en uno de los baños mientras sacudía la cabeza pensando algo para si mismo.
Al salir Josh ya no estaba. Le llamé, pero como de costumbre no me lo cogió.
“¿Leah?” Dijo una voz familiar detrás de mí. Pero no podía ser ella. Me giré, y la vi dirigiéndose hacia mí apresuradamente. Hacía años que no nos veíamos. Habíamos perdido el contacto, pero había aparecido en el momento en el que más la necesitaba
- ¡Liz! ¿Qué haces aquí?- Dije abalanzándome sobre ella a darle un abrazo. Me sentó bien ver a una cara amiga en esos momentos.
- Creo que lo mismo que tu.- Dijo señalándome. Aun no me había dado tiempo a cambiarme, y no me había dado ni cuenta.- ¿Cómo te ha ido la prueba?- En ese momento no pude más, comencé a llorar y Liz me abrazó. Me daba vergüenza hacerlo, odiaba llorar delante de la gente, y más después de haber estado tanto tiempo sin verla, pero no pude evitarlo.- ¿Qué te parece si vamos a tomar un café y me lo cuentas?- Añadió cogiéndome la bolsa sonriendo.- Conozco una cafetería donde hacen los mejores croissants del mundo. Aun te siguen gustando ¿No?


Al salir del baño ella ya no estaba. Ni siquiera había sido capaz de preguntarle el nombre y me sentía realmente estúpido. Ni siquiera sabía porque no pude decir una sola frase coherente.
Volví adentro, estuvimos hablando con aquella mujer durante un tiempo interminable. No me molesté ni en mirar el reloj, porque sabía que los minutos no avanzarían.
Cuando acabamos, salí a la calle y me senté en un escalón, viendo como poco a poco se iba consumiendo el cigarro que acababa de encender.
- ¿Qué haces aquí?- Preguntó Liam saliendo por la puerta acompañado de los chicos.
- Eh… Nada, que necesitaba tomar el aire…
- Ya… Oye, que ya hemos terminado. ¿Vienes a comer?
- No, mejor me quedo, no tengo ganas.
- ¡Pues tu te lo pierdes!- Dijo Niall levantándose.- Más comida para mi.
Me encendí otro cigarrillo y continué ahí sentado, esperando. Sin saber muy bien a que.
Levanté la cabeza y la vi. Sentada en un banco en la acera de enfrente. Me quedé mirándola, sin saber como hablarle. Que tal con un “Hola, me llamo Zayn, te he visto antes y no he podido articular palabra” pensé. No, parecería estúpido.
Miré a los dos lados de la calzada, no venía nadie, así que crucé la carretera y me acerqué a ella.


Cogí el teléfono y enchufé los auriculares, encendiéndolo en modo aleatorio. Empezó a sonar “You found me” de The Fray. No entendía porque, pero en los peores momentos el móvil se encargaba de deprimirme aun más.
Levanté la vista y vi al chico de antes acercarse a mí.
- ¿Me persigues?-  Dije quitándome los cascos al verle.
- Si. Bueno, no…- Respiró hondo.- Es que te he visto aquí y… ¿Ya estás mejor?
Al decirme eso sonreí.
- ¿Cómo te llamas?- Pregunté suspirando.
- Zayn…
- Y se puede saber Zayn, ¿Por qué eres tan horriblemente bueno conmigo? Así no puedo odiarte.- Al oír eso estalló en una carcajada y se sentó a mi lado.
- ¿Y porque deberías odiarme?
- ¿Qué porque? Por chocarte conmigo en el autobús, por hacerme llegar tarde, y por aparecer mientras hacía la prueba.
- ¿Tendrás morro? Encima que me rompes el móvil.
- ¿Me lo echarás en cara toda la vida? Eres un rencoroso ¿sabes?
- Bueno, y ya que me odias ¿puedo saber tu nombre?
- Leah.
En ese momento el móvil me comenzó a sonar, descolgué y comencé a hablar por él. No podía haber sido más oportuno, pensé irónicamente.
- Oye, me tengo que ir, encantada de conocerte Zayn.- Dije levantándome. Pero apenas pude dar un paso, cuando me quejé porque me dolía el tobillo.
- ¿Estás bien?
- Si, durante la prueba me he hecho daño, pero no es nada, como mucho será un esguince.
- ¿Y eso no es nada?- Dijo alarmado.- ¿Quieres que te lleve? Tengo la moto aparcada a una manzana.
- No, no te preocupes. Además no me monto en motos de desconocidos.
- Vamos, no me seas cabezota, no voy a dejar que te marches con el tobillo así, además ha sido mi culpa ¿no? Y no soy un desconocido, soy Zayn.
- Bueno, si insistes…- Dije irónicamente.


Fui a buscar la moto mientras me esperaba allí sentada.
Saqué un casco de debajo del sillín, siempre llevaba uno de repuesto, y arranqué  la moto. Al llegar, seguía allí esperándome, sentada en el banco. Le tendí un casco y le hice un gesto para que se subiera.
Conduje a una velocidad moderada, perfecta para aprovecharme y hacer que ella se agarrara fuerte a mi torso, disfrutando de su presencia y de ella, cosa que veía lejos de mi alcance. Le ponía nerviosa ir en moto. La  observaba por el retrovisor, estuvo con los ojos cerrados durante todo el trayecto. Antes de que nos diéramos cuenta, habíamos llegado, y la moto se detuvo. Ambos nos bajamos de la moto. Me la quedé mirando. Se le veía preciosa con el pelo alborotado por el casco y el viento, con los ojos brillantes y claros. 
FIN DEL FLASHBACK.

domingo, 18 de noviembre de 2012

2. It’s a new day:

2. It's a new day.


Abrí los ojos lentamente. La cabeza me daba mil vueltas, y lo único que recordaba de la noche anterior era haber entrado en el local con los chicos. Me incorporé un poco maldiciendo la bebida y jurando que nunca más volvería a probarla, una promesa que todos sabíamos que no iba a cumplir. Me sujeté la cabeza entre las piernas y miré a mí alrededor. Suspiré aliviado. Al menos estaba en un lugar conocido. Me levanté intentando estabilizarme y entré en  la cocina.
Me quedé parado en la puerta mirando su interior. Una pequeña silueta estaba agachada frente al frigorífico buscando algo de comida. Se giró y se sobresaltó al verme, dejando caer al suelo una botella de leche y vertiéndola por completo. "¡Mierda!" Chilló mientras intentaba saltar el charco para no mancharse. 
Solo llevaba puesta una sudadera, de Josh creo, y llevaba el pelo recogido en un moño despeinado. Tenía cara de no haber dormido mucho, pero aun así no podía apartar la vista de ella, que me resultaba extrañamente familiar, y entonces reaccioné y me acerqué al fregadero para coger una bayeta y ayudarla a recoger.
Me giré para dársela y la encontré detrás mio, a pocos centímetros. Se me quedó mirando de arriba abajo y se ruborizó. No había caído en la cuenta de que solo llevaba puestos unos calzoncillos. Se apartó un poco y le tendí la bayeta.
- ¿Por qué hacéis tanto ruido de buena mañana?- Dijo Josh entrando por la puerta mientras se rascaba la cabeza y bostezaba.
- Buenos días a ti también.- Le dijo la chica acercándose a él y dándole un beso en la mejilla.- Me voy a duchar, limpias tu.- Añadió depositando la bayeta en sus manos y saliendo de la cocina.
- No te pienses que te vas a librar tan fácilmente.- Dijo Josh cuando esta ya se había ido. Me quedé mirándolo atónito y me senté en una de las encimeras.
- ¿Anoche ligaste y no me enteré?- Pregunté haciendo que se atragantara con el vaso de zumo que estaba bebiendo.
- ¿Qué clase de degenerado eres?- Dio mirándome.- Es mi hermana idiota.
- ¿Tu hermana?- Dije sorprendido, con razón me era tan familiar. Si los ponías uno al lado del otro ella era la versión mejorada de Josh.- ¿Desde cuando?
- Desde hace diecisiete años.- Contestó irónico.
- ¿Y cuando pensabas presentármela? ¿En tu funeral?
- Niall,- Dijo depositando la bayeta encima de la mesa.- para el carro. Si no te he dicho nada de ella es porque está prohibido hablarle, mirarle, y no hace falta añadir tener nada con ella. ¿Está claro?
- Pero... Bueno, pero te aviso que los irlandeses somos irresistibles.
- Si, lo que tu digas, pero a partir de ahora está prohibido pasearse por mi casa con esas pintas.- Dijo señalándome con una cucharilla. En ese momento apareció su hermana por la puerta, cubierta únicamente por una toalla enrollada en el cuerpo. Vale, lo admito, no pude evitar mirarla más de lo necesario, pero soy un chico al fin y al cabo.-Y lo mismo va por ti Leah.- Añadió señalándola y mirándome después a mi, que aparté la mirada de ella en el acto.
- Es que no se donde mierda guardaste mi maleta anoche, no es mi culpa.- Contestó sentándose en un taburete.
- Ha llamado mamá, dice que vendrá mañana, y me he tenido que tragar un sermón por tu culpa. Aún sigo esperando esa explicación.- Dijo mirándola.
- Joshua Devine, eres un pesado.- Suspiró exasperada.- Tengo hambre, voy a ir a comprar el desayuno. ¿Queréis algo?- Dijo cambiando de tema completamente. No pude evitar reírme cuando se fue a cambiar. Josh me miró asesinamente.
- ¿Y tu de que te ríes?- Dijo seco.
- Parecéis un matrimonio.- Dije intentando controlarme.- Por cierto Joshua, tu hermana cada vez me cae mejor.- Dije saliendo por la puerta riendo.
Estuvimos todo el día metidos en el apartamento, en la calle estaba diluviando, se notaba que dentro de poco sería otoño, y estuvimos hablando en la cocina mientras mirábamos chorradas en el ordenador. Después aburridos, nos sentamos en el salón a ver una película. Josh estaba en medio, pasando los canales sin detenerse en ninguno.
- Por dios, Josh, me estás poniendo nerviosa.- Dijo Leah quitándole el mando.- Decídete de una vez.- Añadió levantándose y entrando en la cocina. 

Se paró frente al frigorífico rascándose la barbilla. Estaba llena, demasiado para su gusto. De tan llena no le apetecía nada que estuviera al alcance de su vista. Sacó tres refrescos, aún sin ánimo de nada. Esta vez abrió un pequeño armario. Allí siempre solía haber algo interesante que le saciara la gula sin hambre que tenía. Cogió el último paquete de palomitas del microondas que había y lo puso a calentar. Llevó las cosas a la mesa pequeña de delante del televisor de plasma. Le pegó un pequeño sorbo a la suya y se tiró de nuevo en el sofá.

Mordisqueé  una de las bolitas de maíz que no se habían cocido en el microondas. Al terminar la película eché un vistazo a los canales de televisión. Nada que me interesara. Miré a Josh y a Leah que habían caído rendidos. Me levanté del sofá, el culo se me había quedado terriblemente dormido. Hice unas cuantas muecas y fui a buscar mi teléfono móvil que se había quedado en la cocina. Tenía varios mensajes de Paul, nuestro mánager diciendo que nos había surgido una entrevista, y que teníamos que ir a las oficinas sin falta. No tenía muchas ganas de salir, pero no tenía más remedio. Fui al salón de nuevo y avisé a Josh del cambio de planes.

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Me desperté y eran las seis de la tarde. Tenía toda la espalda entumecida por culpa de aquel maldito sofá. Subí a mi habitación y cogí mi móvil. Tenía un mensaje de Josh explicándome porque se habían ido y otro de Liz. No pude evitar reírme al leerlo, me explicaba el numerito que había echo ese fin de semana para escaparse de su casa e ir a una fiesta, y me dijo que si quería quedar con ella al día siguiente, a lo que acepté.
Bajé  y abrí la maleta. Aun no la había subido, y no tenía ganas de hacerlo. Cogí lo primero que vi, y entré en el cuarto de baño. Sé que me había duchado esa mañana, pero tenía ganas de darme un baño relajante, ya que Josh no volvería hasta tarde.
Encendí el grifo para que se fuera llenando la bañera, y fui en busca una toalla entre todos los armarios de la casa, intentando pensar como Josh y buscándola en los sitios menos razonables.
Encendí la música del Ipod colocándolo en unos altavoces, y me metí en la bañera perdiendo totalmente la noción del tiempo.
De pronto picaron al timbre. Salí rápidamente, me envolví en una toalla y salí corriendo del baño, resbalándome con el suelo mojado y cayendo de culo en el parquet.
- ¿Si?- Pregunté por el telefonillo.
- Hola, eh… ¿Leah?
- ¿Si?.
- Eh… soy Niall.- Dijo indeciso.
- Ah, sube, es él ático… aunque ya lo sabes.- Dije soltando una risita histérica y colgando. Salí  corriendo de nuevo hacia el baño para vestirme. Me metí unos shorts como pude, y me puse una camiseta que me había comprado en mi viaje de fin de curso a Dublín, mientras me peinaba el pelo un poco con los dedos, y me lo secaba como podía.
Picaron otra vez al timbre, pero esta vez era el de la puerta. Volví a correr y abrí de golpe.
- Hola, pasa.- Dije cogiendo aire.
Entró el chico rubio, de tez blanca, con unos mofletes rosados, y con los ojos azules, que se me quedó mirando sonriendo.
- He picado en un mal momento ¿No?- Dijo Niall  mirando mi pelo, que aún estaba chorreando.
- Si… bueno, no pasa nada.- Niall se río y cerró la puerta tras de si. Me acerqué a él y le di dos besos, mojándole la camiseta con el pelo.
- Te vengo a recoger. Te iba a llamar, pero no tenia tu número. ¿Has cenado?
- No, me acabo de despertar de la siesta.
- Genial, pues te vienes a cenar conmigo y con los chicos. Luego vendrá Josh, que los de la banda se han tenido que quedar más rato para terminar de grabar. Venga, vamos, y no valen excusas. Además vamos a Nando’s es mi restaurante favorito, no me puedes decir que no.- Soltó todo de golpe, y no pude evitar reírme.
- Bueno, todo sea por Nando’s.- Dije.- Me voy a vestir decentemente y ahora vengo. ¿Me puedes ayudar a subir la maleta? Que mi hermano no ha querido.
Subimos la maleta al piso de arriba y entré en el cuarto de baño dejando a Niall en la habitación. Me puso un vestido color celeste con un cinturón marrón en la cintura. Al salir, Niall estaba sentado en la cama mirándome. Me incomodaba cuando hacían eso.
Me acerqué a un pequeño espejo que había en una de las paredes y me solté el moño que llevaba colocándome bien el pelo.
- ¿Vamos?- Dije sacándolo de sus pensamientos.
En pocos minutos llegamos a Nando’s, éramos los primeros. El restaurante era bastante grande, pero como era pronto apenas había gente cenando. Niall habló con el camarero, que por lo visto ya le conocía, y nos llevó a una especie de sala reservada. Nos sentaron en una mesa rectangular, y muy bonita. Había unas lámparas realmente preciosas en aquella sala.
- ¡Nialleeeeer!- Gritó un chico con el pelo alborotado y con una gran sonrisa viniendo hacia nosotros y abalanzándose sobre él.
- ¡Ay! Leah este es Louis, Louis esta es Leah, la hermana de Josh.- Dijo Niall intentándolo apartar, pero sin obtener resultados.
- ¡Hola!- Contesté entre asustada y divertida. Aquel chico era alto, y tenía unos grandes ojos azules.
- Ah, ahora entiendo porque Josh no nos la quería presentar.- Dijo con tono misterioso dándome dos besos y sentándose enfrente nuestro. No pude evitar ruborizarme.
En ese momento llegaron dos chicos más, Harry y Liam. Harry tenía el pelo rizado, y unos perfectos hoyuelos se marcaban en sus mejillas. Y en cuanto a Liam, no pudo evitar fijarme en sus ojos, eran marrones, y bastante normales, como los míos,  pero tenían algo que los hacían especiales. Les saludé a los dos dándoles dos besos en las mejillas.
- Hola chicos, siento llegar tarde.- Dijo un chico entrando por la puerta.
Me quedé mirándole y el clavó sus ojos en mi.
- Zayn esta es…- Dijo Louis al ver la situación, pero no pudo acabar la frase.
- ¿Leah?

viernes, 16 de noviembre de 2012

1. Everything has a beginning.

1. Everithing has a beginning.


Estuvimos toda la noche celebrando el cumpleaños de Niall en un local que habíamos alquilado. Desde luego, fue una de las mejores noches. Eso estaba lleno de gente, y de chicas. Cogimos un coche que nos llevó a Niall y a mí hasta mi casa. La verdad es que él había bebido un poco más de lo necesario como para que le dejara irse solo a la suya. Ayudé a Niall a bajarse del coche y recé para que no hubieran paparazis en ese momento. Entonces fue cuando miré hacia el portal y vi a una chica sentada en el suelo junto a una maleta. No, no era una chica, era Leah. Me acerqué dejando a Niall atrás y me agaché junto a ella. Se había quedado dormida, pero ¿Qué hacía allí?


FLASHBACK:
Levanté el felpudo de la puerta y saqué las llaves de debajo. Como de costumbre me las había dejado olvidadas. Ese en definitiva, había sido uno de los peores días de mi vida, nada más levantarme lo supe, pero no esperaba que las cosas pudieran ir a peor, que fuera martes trece era un buen indicio de que las cosas no irían bien.

Nada más entrar vi a mi padre discutiendo con mi madre sentada en el sillón, mientras Ben, mi hermano escuchaba la conversación sentado en un sofá sin intervenir. Cerré la puerta y todos se giraron a mirarme.
- Solo piénsalo…- Le dijo mi madre a mi padre.
- ¿Pensar el que?- Pregunté interrumpiendo.
- Leah…- Mi madre se me quedó mirando con cara de preocupación. Algo me decía que la noticia no me iba a gustar. Les miré a todos y me adentré en el salón dejando el bolso en el suelo y sentándome en el brazo del sofá en el que estaba Ben.
Mi madre miró  su reloj y nos dio un beso en la frente a mi hermano y a mí despidiéndose. “No te enfades con él”, me susurró al oído antes de marcharse a trabajar.
Mi padre se había quedado plantado en medio de aquel pequeño salón de paredes amarillas, pensando cuales iban a ser sus siguientes palabras, mientras Ben se mordía las uñas impaciente.
- ¿Pasa algo?
- Esta mañana ha llegado una carta.- Soltó al fin tendiéndome un sobre. Lo abrí y saqué de dentro una carta.
- ¿¡Que!? ¡Me han aceptado!- Me levanté y fui a  abrazarlo, pero él seguía ahí plantado con los brazos colgando a ambos lados.- ¿Qué te pasa? ¿Por qué no te alegras?
- No vas a ir, Leah, ya está decidido.- Dijo con tono firme deshaciéndose del abrazo, y saliendo del salón.
- ¿Cómo?- Dije sin darme tiempo ni siquiera a reaccionar. 

En ese momento en mi cabeza revoloteaban muchos pensamientos. Flotaban en medio de una nube de caos que hacía que las neuronas se disolvieran limitándome pensar. Seguía sin entender porque mi padre quería que echara a perder una oportunidad así. Así que le seguí y toqué la puerta indecisa aunque estuviera abierta de par en par. Me quedé allí quieta mirándole.
- Papá, al menos tendremos que hablarlo ¿no?
- No hay nada de que hablar Leah, ya lo sabes, y no quiero discutir más sobre este tema.- Dijo acercándose a la puerta pera poder salir.
- ¿Discutir? Siempre haces lo mismo. Haces lo que quieres y los demás te dan igual.- Iba a hablar pero le interrumpí.-  ¡Pero si ni siquiera me has dejado opinar! ¡¿Crees que es normal que leas mis cartas?! ¡¿Y que opines de mi futuro?! No tienes derecho a hacerlo papá.
- ¡¿Qué no tengo derecho?! Soy tu padre, ¿te parece ese suficiente derecho?
-Papá,- Suspiré sentándome en la cama. Gritándole no llegaría a ningún lado.- Se que hemos hablado muchas veces de esto, pero, ¿no lo entiendes? Es la oportunidad de mi vida, es la academia  Nacional de Danza. Llevo desde… desde que medía dos palmos he soñando con esto, y ahora… ahora me dices que ni siquiera puedo intentarlo.
- Sabes de sobras lo que opino del baile Leah, ¿eso quieres? ¿No tener un futuro?
- ¡¿Sabes la de oportunidades que me abriría ir allí papá?! No, a ti eso te da igual. ¿Por qué eres tan injusto? Cuando Josh te dijo que se iba con su… con su banda, le dejaste. ¿Y a mi no? ¿Pues sabes que papá? Que ya estoy harta, harta de que me trates como si fuera idiota, y como si no fuera capaz de tomar mis propias decisiones.
Me levanté de la cama y entré en mi habitación. Mi padre no me siguió, pero a los pocos minutos Ben entró por la puerta y se sentó en el suelo mirándome. Abrí el armario y saqué una maleta. Iba revoloteando por toda la habitación farfullando cosas sin sentido mientras sacaba ropa de los armarios y las apretujaba en la maleta para que cupieran, ni siquiera sabía porque hacía eso.
- ¿Adonde vas?- Preguntó levantándose y agarrándome las manos para que parara de hacer lo que estaba haciendo.
- No lo se, a casa de Josh supongo. Le he llamado pero no me lo coge. Sé que es muy repentino pero estoy harta Ben, y siento que esto es lo que tengo que hacer. Y ahora, por favor, déjame acabar de hacer las maletas.- Dije apartándole y cerrándolas.
- Este es tu sueño ¿no? Cuando Josh se fue eso fue lo que le dijiste, que los sueños hay que perseguirlos. Y si eso es lo que quieres no te lo voy a impedir, pero al menos déjame que te lleve. Además, me da igual lo que diga papá, si no lo aceptas te arrepentirás, y no pienso dejar que rechaces esta oportunidad ¿Te queda claro?- Dijo dándome un leve empujón. Le sonreí y le di un abrazo. Susurrándole al oído un leve “Gracias”.

Ben me dejó en la estación y cogí el primer autobús con rumbo a Londres. No sabía que iba a decirle a Josh cuando llegara a su casa, y de echo casi ni e acordaba de como se llegaba hasta allí. Solo había estado una vez, a principios de verano, y para colmo, no me cogía el teléfono y estaba lloviendo.
Eran las doce y media de la madrugada cuando llegué a Londres. Cogí un taxi que me dejó en la puerta de su casa. Al menos si recordaba la dirección. Miré a aquel viejo edificio frente al que me encontraba. Suspiré, y piqué al timbre. Una, dos, tres veces, nada, no había nadie.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Prefacio.

Prefacio.


La vida, al igual que los libros, tiene un principio y un final, y ya está escrita. Pero todos podemos decidir que tipo de historias queremos contar en ellos, y si queremos ser una novela romántica, de terror, o un cómic de ciencia ficción, porque puede que un día te encuentres a alguien que quiera escuchar esas historias y vivirlas contigo. Quizás, que esa persona te encuentre, sea una simple coincidencia, el destino, o que como ya he dicho antes, estaba escrito.

Esta historia, narra el pasado y el presente de personas, que probablemente, estaban predestinadas a conocerse. Una historia, que todos hemos querido vivir, porque ¿Quién no ha soñado nunca con enamorarse?

Es curioso, porque mucha gente habla de él sin saber su verdadero significado. Me refiero al amor, ese sentimiento que te hace vivir a tres metros sobre el cielo, y que te hace cometer locuras, como jurar amor eterno. Pero nada lo es, ni siquiera algo tan fuerte como el amor.

Estas cosas, las descubres, con el tiempo, cuando crees que lo has perdido todo, comienzas a pensar en el pasado, y estás sentado en la cama de tu antigua habitación, con su vieja sudadera puesta, mirando fotografías de momentos que no se volverán a repetir jamás, o cuando te sientas en la pequeña terraza de tu apartamento a beber una cerveza, mientras intentas componer una canción sobre una persona que quizás nunca volverá.